SAN SEBASTIAN
«No queremos dormir en la calle»
El protocolo de atención a
personas sin techo en situaciones de meteorología extrema tuvo medio
centenar de pernoctaciones en su primera noche
17.11.07 -

Adam e Igor en la puerta de Neguko Aterpea minutos antes de su apertura. [USOZ]
SAN SEBASTIÁN. DV. Faltan diez minutos
para las nueve de la noche y cuatro personas aguardan la apertura del
Piso del Frío o Neguko Aterpea que, situado en el Alto de Zorroaga, les
permitirá dormir al abrigo de las bajas temperaturas. La fina capa de
hielo que cubre los vehículos aparcados en las inmediaciones es una
prueba más que evidente de los apenas tres grados que marcan en ese
mismo momento los termómetros repartidos por la ciudad.
«Queremos entrar ya. Hace tanto frío », se quejan dos hombres apoyados en la verja de hierro que les separa del local en el que esperan pernoctar. Desde el interior del inmueble, Mikel Lizarralde, coordinador de este recurso municipal e integrante de la asociación RAIS Euskadi -su adjudicataria-, les indica mediante señas que aún no es la hora.
«Es nuestro primer día de trabajo», afirma Lizarralde, mientras se afana, ayudado por dos de los seis educadores que trabajan a turnos en Neguko Aterpea, para que todo esté listo de cara a la llegada de los 14 sin techo que habrán de acoger en las próximas horas. «Sabemos cuántos son porque previamente han retirado un ticket en el Servicio Municipal de Urgencia Social -comenta el coordinador-. Según vayan entrando, entregarán ese ticket identificado y les asignaremos una cama. Sus nombres ya los tenemos en una lista». La cifra no es muy alta. Mikel Lizarralde tiene la explicación: «Hoy se ha puesto en marcha el dispositivo de frío y mucha gente no se ha enterado aún».
Los trabajadores realizan un rápido repaso a las estancias que en breve serán ocupadas. Desde los cuartos de baño a la cocina, pasando por el denominado espacio común, provisto de televisión y juegos de mesa, y la zona de hamacas, con capacidad para 40 personas, donde ya se han repartido las almohadas y se ha colocado un biombo para separar a los hombres de las mujeres, con el fin de que éstas dispongan de «cierta intimidad».
Inmigrantes sin suerte
A las nueve en punto las puertas de Neguko Aterpea se abren a quienes carecen de hogar. El primero en entrar es Adam, un inmigrante de origen polaco. En su escaso castellano relata las circunstancias que le han llevado a recurrir a este centro. «Llevo cuatro meses en San Sebastián, soy carpintero y las dos últimas empresas para las que he trabajado no me han pagado», declara. «Sin dinero no hay casa y sin casa, no hay trabajo», repite sin cesar.
Adam comparte vivencias y recuerdos con Igor, otro carpintero, aunque procedente de Ucrania, que busca empleo en la capital guipuzcoana. «Llegué hace seis meses-. Antes estuve ocho años en Navarra. Tengo un brazo roto y hasta que no me recupere no puedo trabajar. Luego espero volver a hacer de carpintero, de pintor, de jardinero ». A ellos se une Marcel, un rumano marcado por idéntico sino.
«No queremos dormir en la calle. Las dos últimas noches las hemos pasado con lluvia, y eso, si no viene la policía y te echa fuera del lugar en el que te hayas cobijado. Aquí estaremos mejor», aseguran. A pocos metros de donde los tres hombres conversan, una mujer de avanzada edad se sienta frente a la televisión. Indiferente a las tragedias que se suceden en imágenes en la pequeña pantalla, acepta con resignación su suerte. «Yo no he pedido venir. Me han traído. Suelo dormir por donde pillo, no me importa. Soy libre», dice. «Me llamo Emilia», se presenta. Y para demostrarlo, saca de su bolso repleto de cuadernos y papeles una fotocopia de su partida de nacimiento.
Los educadores reparten caldo y leche caliente. «Por la mañana, les daremos un desayuno con galletas», señala Mikel Lizarralde. «Y los que quieran podrán ducharse antes de marcharse».
A las 14 personas que pernoctaron en este equipamiento el pasado jueves, día en que el Ayuntamiento de San Sebastián activó su protocolo de atención de urgencia a los sin techo que duermen en la vía pública en situaciones de meteorología extrema, hay que sumar las 40 que recurrieron al Centro de Acogida Municipal de Marrutxipi, logrando su ocupación total.
«Queremos entrar ya. Hace tanto frío », se quejan dos hombres apoyados en la verja de hierro que les separa del local en el que esperan pernoctar. Desde el interior del inmueble, Mikel Lizarralde, coordinador de este recurso municipal e integrante de la asociación RAIS Euskadi -su adjudicataria-, les indica mediante señas que aún no es la hora.
«Es nuestro primer día de trabajo», afirma Lizarralde, mientras se afana, ayudado por dos de los seis educadores que trabajan a turnos en Neguko Aterpea, para que todo esté listo de cara a la llegada de los 14 sin techo que habrán de acoger en las próximas horas. «Sabemos cuántos son porque previamente han retirado un ticket en el Servicio Municipal de Urgencia Social -comenta el coordinador-. Según vayan entrando, entregarán ese ticket identificado y les asignaremos una cama. Sus nombres ya los tenemos en una lista». La cifra no es muy alta. Mikel Lizarralde tiene la explicación: «Hoy se ha puesto en marcha el dispositivo de frío y mucha gente no se ha enterado aún».
Los trabajadores realizan un rápido repaso a las estancias que en breve serán ocupadas. Desde los cuartos de baño a la cocina, pasando por el denominado espacio común, provisto de televisión y juegos de mesa, y la zona de hamacas, con capacidad para 40 personas, donde ya se han repartido las almohadas y se ha colocado un biombo para separar a los hombres de las mujeres, con el fin de que éstas dispongan de «cierta intimidad».
Inmigrantes sin suerte
A las nueve en punto las puertas de Neguko Aterpea se abren a quienes carecen de hogar. El primero en entrar es Adam, un inmigrante de origen polaco. En su escaso castellano relata las circunstancias que le han llevado a recurrir a este centro. «Llevo cuatro meses en San Sebastián, soy carpintero y las dos últimas empresas para las que he trabajado no me han pagado», declara. «Sin dinero no hay casa y sin casa, no hay trabajo», repite sin cesar.
Adam comparte vivencias y recuerdos con Igor, otro carpintero, aunque procedente de Ucrania, que busca empleo en la capital guipuzcoana. «Llegué hace seis meses-. Antes estuve ocho años en Navarra. Tengo un brazo roto y hasta que no me recupere no puedo trabajar. Luego espero volver a hacer de carpintero, de pintor, de jardinero ». A ellos se une Marcel, un rumano marcado por idéntico sino.
«No queremos dormir en la calle. Las dos últimas noches las hemos pasado con lluvia, y eso, si no viene la policía y te echa fuera del lugar en el que te hayas cobijado. Aquí estaremos mejor», aseguran. A pocos metros de donde los tres hombres conversan, una mujer de avanzada edad se sienta frente a la televisión. Indiferente a las tragedias que se suceden en imágenes en la pequeña pantalla, acepta con resignación su suerte. «Yo no he pedido venir. Me han traído. Suelo dormir por donde pillo, no me importa. Soy libre», dice. «Me llamo Emilia», se presenta. Y para demostrarlo, saca de su bolso repleto de cuadernos y papeles una fotocopia de su partida de nacimiento.
Los educadores reparten caldo y leche caliente. «Por la mañana, les daremos un desayuno con galletas», señala Mikel Lizarralde. «Y los que quieran podrán ducharse antes de marcharse».
A las 14 personas que pernoctaron en este equipamiento el pasado jueves, día en que el Ayuntamiento de San Sebastián activó su protocolo de atención de urgencia a los sin techo que duermen en la vía pública en situaciones de meteorología extrema, hay que sumar las 40 que recurrieron al Centro de Acogida Municipal de Marrutxipi, logrando su ocupación total.